SONETO XXI
No me sucede lo que a aquel poeta
que versifica a una beldad pintada,
y al cielo mismo mismo emplea como adorno,
midiendo cuanto es bello con su bella;
y en hechidas imágenes la acopla
al sol, la luna y a las gemas ricas
y a las flores de abril y a las rarezas
que el aire envuelve en este globo basto.
Sincero amante, la verdad escribo.
Mi amor es tan gentil, podéis creerme,
como cualquier hijo de madre, y brilla
menos que las candelas celestiales.
Dejad que digan más los habladores;
yo no quiero ensalzar lo que no vendo
SONETO XXIX
Cuando hombres y fortuna me abandonan,
lloro en la soledad de mi destierro,
y al cielo sordo con mis quejas canso
y maldigo al mirar mi desventura,
soñando ser más rico de esperanza,
bello como éste, como aquél rodeado,
deseando el arte de uno, el poder de otro,
insatisfecho con lo que me queda;
a pesar de que casi me desprecio,
pienso en ti y soy feliz y mi alma entonces,
como al amanecer la alondra, se alza
de la tierra sombría y canta al cielo:
pues recordar tu amor es tal fortuna
que no cambio mi estado con los reyes.