31 enero 2010

Lecturas de Enero 2010

Éste año lo he empezado con un hambre lectora inusitada. Me he comprado un lector de ebooks y me he tomado como pasatiempo darle de comer y gastarle la batería :P

He leído en cantidades no igualadas desde mi adolescencia. A ello ha contribuido haber descubierto un nuevo autor, del que ya os he hablado en un par de ocasiones, y un nuevo subgénero que me tiene muy interesado. Pero estoy adelantando acontecimientos. Veamos la lista de lecturas de este mes de Enero.

1º – Guerra Mundial Z, de Max Brooks

Hacía tiempo ya me leí su “Guía de supervivencia zombi”, algo parecido al manual de supervivencia de la SAS pero aplicado a un holocausto zombi. Los que me conocéis ya sabéis que me encantan las ambientaciones postapocalipticas y los escenarios zombi. Me gusta ponerme en la piel de los personajes y planearme qué haría yo en esa situación, cómo me afectaría, etc.
Guerra Mundial Z sorprende precisamente por el mismo motivo que su anterior libro. El autor (¡hijo de Mel Brooks!) se plantea completamente en serio cómo afectaría una plaga zombi al mundo actual y a la población. Más que buscar dar miedo como una novela de terror viene a ser un ejercicio de “¿Y si...
El libro está escrito en forma de entrevistas a supervivientes del holocausto zombi de diferentes países por todo el globo. Está estructurado siguiendo las diferentes fases de la plaga, de forma que tienes un puñado de testimonios sobre el primer contacto con los infectados, luego sobre el gran pánico, etc. Me ha parecido un enfoque nuevo, "serio" y alejado de la visión que dan las películas de terror de zombis.

2º – Recopilatorio de Conan el Bárbaro, volúmenes 1,2 y 3. De Robert E. Howard.

Últimamente (quizá como contraste de mi proyecto sobre distopías) me apetece lectura ligera. El tema zombi es sólo una de las opciones. Tengo una colección de relatos de Conan en 12 volúmenes, los 3 primeros reunidos en un mismo libro. Son todas historias cortas, entretenidillas y con mucha acción, las de ese volúmen sobre los años mozos de Conan.
En parte me decidí a leerlo por la biografía del autor. Leí que de crío era un tirillas y un raruno y los demás niños le cascaban por empollón. Se hizo fanático de los deportes y la gimnasia, poniéndose cachas y destacando como boxeador. En su adolescencia ya media metro ochenta y pesaba sus 90 kilitos. Es curioso que el marginado de clase se convierta en un titán. Y más aún que tuviera esa similitud con su personaje más famoso. No obstante parece que el ser un inadaptado no se le pasó. Se mantuvo introvertido, caprichoso e irritable. Fantaseaba con el suicidio y a los 30 años, sabiendo que su madre agonizaba, se voló la tapa de los sesos en el punto más alto de su carrera como escritor. Curioso.

Algo que me ha llamado la atención es que era colega de Lovecraft, en algunos relatos se nota cierto aire lovecraftiano :)

3º El ángel más tonto del mundo, de Christopher Moore.

Ya os he hablado del que considero mi “autor revelación del año” (como en su momento lo fue Terry Pratchett). No consigo controlar las carcajadas cuando leo sus libros.
En éste libro el ángel más tonto del mundo es enviado a la tierra para hacer un milagro navideño con consecuencias nefastas. En el libro salen policías fumetas, ex-actrices esquizofrénicas, amas de casa de palas tomar y un murciélago de la fruta llamado Roberto.
Como ya os conté todos sus personajes están locos (como en American Beauty) y es de esos libros que disfrutas de cada página por cómo está escrito.

4º Un negocio muy sucio de Michael Moore

Mi segundo libro del autor. Mejor que hablaros de él os pondré una pequeña muestra

Charlie Asher caminaba por la tierra como camina una hormiga sobre la superficie del agua, como si, al más leve tropiezo, pudiera caer en picado y verse engullido por los abismos. Dotado de la imaginación de un macho beta, pasaba gran parte de su tiempo escudriñando el porvenir por si lograba atisbar las formas en que el mundo conspiraba para matarlo. A él, a su esposa, Rachel, y ahora también a Sophie, su hija recién nacida. Pero, pese a su concentración, pese a su paranoia y sus incesantes desvelos, desde el momento en que Rachel hizo pis y en la prueba de embarazo salió una rayita azul, hasta el momento en que la llevaron a la sala de reanimación del St. Francis Memorial, la Muerte logró colarse en su vida de rondón.

- No respira -dijo Charlie.

- Respira perfectamente -respondió Rachel mientras daba palmaditas en la espalda del bebé-. ¿Quieres cogerla?

Charlie había cogido en brazos a la pequeña Sophie unos segundos ese día y enseguida se la había pasado a la enfermera, alegando que alguien más ducho que él debía hacer el recuento de los dedos de sus manos y sus pies. Él ya lo había hecho dos veces y siempre contaba veintiuno.

- Se comportan como si eso fuera todo. Como si, porque la cría tenga los diez dedos de los pies y los diez de las manos, todo fuera a salir bien. ¿Y si hay alguno de más? ¿Eh? ¿Y si hay dedos de regalo? ¿Y si el bebé tiene cola? (Charlie estaba seguro de haber visto una cola en la ecografía del sexto mes. ¿El cordón umbilical? ¡Sí, ya! Había guardado una copia en papel.

- No tiene cola, señor Asher -explicó la enfermera-. Y son diez y diez, todos los hemos contado. Quizá debería irse a casa y descansar un poco.

- Seguiré queriéndola aunque tenga un dedo de más en la mano.

- La niña es perfectamente normal.

- O en el pie.

- Sabemos lo que hacemos, de verdad, señor Asher. Es una niña preciosa y sana.

- O cola.

La enfermera exhaló un suspiro. Era baja y ancha, y llevaba en la pantorrilla derecha una serpiente tatuada que se le veía a través de las medias blancas de enfermera. Se pasaba cuatro horas al día dando masajes a bebés prematuros, con las manos metidas por los agujeros de una incubadora como si estuviera manipulando una sustancia radioactiva. Les hablaba, les animaba, les decía lo especiales que eran y sentía aletear el corazón en sus pechos, no más grandes que un par de calcetines de deporte enrollados. Lloraba por cada uno de ellos y creía que sus lágrimas y sus caricias insuflaban una pizca de su propia vida en aquellos cuerpos minúsculos, lo cual le parecía de perlas. Podía permitírselo. Llevaba veinte años trabajando con neonatos y nunca le había levantado la voz a un padre primerizo.

- ¡No hay cola que valga, merluzo! ¡Mire! -Apartó la manta y le apuntó con el trasero de Sophie como si esta pudiera descargar una andanada de caca armamentística como aquel cándido macho beta no había visto otra igual.

Charlie se apartó de un brinco (era un treintañero ágil y atlético) y, al darse cuenta de que el bebé no estaba cargado, se enderezó las solapas de la chaqueta de tweed con ademán de justa indignación.

- Podrían haberle quitado la cola en el paritorio y no nos enteraríamos. -Él no sabía qué había ocurrido. Le habían pedido que saliera del paritorio; primero, se lo pidió el obstetra y, después, Rachel («O él o yo», había dicho Rachel. «Uno de los dos tienes que irse»).

En la habitación de Rachel, Charlie dijo:

- Si le han quitado la cola, la quiero. La niña querrá tenerla cuando sea mayor.

- Sophie, tu padre no está loco, en serio. Es solo que hace un par de días que no duerme.

- Me está mirando -dijo Charlie-. Me está mirando como si me hubiera gastado el dinero de sus estudios apostando en las carreras y fuera a tener que buscarse la vida para sacarse el MBA [1]

[1]N. de la T.:Master in Business Administration,«Master en gestión de empresas».

Rachel lo cogió de la mano.

- Cariño, no creo que pueda fijar la vista tan pronto y, además, es un poco joven para empezar a preocuparse por buscarse la vida para sacarse el MFA.

- MBA -puntualizó Charlie-. Ahora empiezan desde muy pequeños. Para cuando yo encontrara el camino al hipódromo, ella ya podría tener edad suficiente. Dios, tus padres van a odiarme.

- ¿Y en qué cambiaría eso las cosas?

- En que tendrán nuevos motivos, en eso. Ahora he convertido a su nieta en una shiksa [2]

[2] N. de la T.: Del yiddish shikse. Término despectivo para referirse a una mujer hebrea que no observa los preceptos de su religión.

- No es una shiksa, Charlie. Ya hemos pasado por esto. Es mi hija, así que es tan judía como yo.

Charlie hincó una rodilla junto a la cama y cogió entre los dedos una de las manitas de Sophie.

- Papá siente haberte convertido en una shiksa.

-Bajó la cabeza y escondió la cara en el hueco que había entre el bebé y el costado de Rachel. Su mujer recorrió con la uña de un dedo la línea de sus entradas, describiendo una curva cerrada alrededor de su estrecha frente.

- Tienes que irte a casa y dormir un poco.

Charlie masculló algo contra las sábanas. Cuando levantó la vista tenía lágrimas en los ojos.

- Está calentita.

- Claro que está calentita. Tiene que estarlo. Es cosa de los mamíferos. Va con la lactancia. ¿Por qué lloras?

- Sois muy guapas. -Se puso a arreglar el pelo oscuro de Rachel sobre la almohada, colocó un largo mechón sobre la cabeza de Sophie y empezó a peinarlo como si fuera un peluquín para bebés.

- No pasa nada si no le crece el pelo. Había una cantante irlandesa que siempre estaba enfadada y no tenía pelo, y era muy atractiva. Si tuviera su cola, podríamos extraer unos folículos y trasplantárselos.

- ¡Charlie, vete a casa!

- Tus padres me culparán a mí. Su nieta, shiksa y calva, buscándose la vida para sacarse un master en administración de empresas. Y todo por mi culpa.

Rachel cogió el timbre que había sobre la manta y lo sostuvo en alto como si estuviera conectado a una bomba.

- Charlie, si no te vas a casa a dormir un poco ahora mismo, te juro que llamo a la enfermera y le digo que te eche.

Parecía hablar en serio, pero sonreía. A Charlie le gustaba ver su sonrisa, siempre le había gustado; era como si le diera su aprobación y al mismo tiempo le concediera permiso. Permiso para ser Charlie Asher.

- Vale, ya me voy. -Levantó la mano para tocarle la frente-. ¿Tienes fiebre? Pareces cansada.

- ¡Acabo de dar a luz, ratón!

- Es que estoy preocupado por ti. -Él no era un ratón. Pero Rachel lo culpaba por lo de la cola de Sophie, por eso lo llamaba «ratón» y no «merluzo», como todos los demás.

- Cariño, vete. Ahora mismo. Para que pueda descansar un poco.

Charlie le ahuecó las almohadas, comprobó la jarra de agua, remetió las sábanas, la besó en la frente, besó al bebé en la cabeza, ahuecó al bebé y empezó luego a recolocar las flores que había enviado su madre, puso el gladiolo delante, lo resaltó con un ramillete de velo de novia y…

- ¡Charlie!

- Ya me voy. ¡Jolín! -Inspeccionó la habitación una última vez y luego retrocedió hacia la puerta-. ¿Quieres que te traiga algo de casa?

- No necesito nada. Con el kit de emergencia que metiste en la maleta está todo cubierto, creo. De hecho, puede que ni siquiera necesite el extintor.

- Mejor tenerlo y no necesitarlo que necesitarlo y…

- ¡Largo de aquí! Voy a descansar un poco. Luego vendrá el médico a echar un vistazo a Sophie y por la mañana nos la llevaremos a casa.

- Me parece muy pronto.

- Es lo normal.

- ¿Quieres que te traiga más propano para la cocina de camping?

- Intentaremos que nos dure.

- Pero…

Rachel levantó el timbre como si, si no se cumplían sus exigencias, las consecuencias pudieran ser fatales.

- Te quiero -dijo.

- Yo a ti también -respondió Charlie-. A las dos.

- Adiós, papá. -Rachel levantó la manita de Rachel para que saludara como si fuera una marioneta.

Charlie notó un nudo en la garganta. Nadie lo había llamado nunca «papá», ni siquiera una marioneta (una vez le había preguntado a Rachel mientras hacían el amor: «¿Quién es tu papaíto?», a lo que ella había respondido: «Saúl Goldstein», dejándolo de ese modo impotente una semana entera y despertando en él toda clase de dudas en las que no quería pararse a pensar).


¡Chúpate esa! de Christopher Moore

En ésta ocasión Christopher Moore se sube al carro del género de moda y nos da su versión de lo que debería ser una historia de vampiros. Por supuesto el resultado es delirante :)
Lo más curioso de éste es que los personajes que en Un trabajo muy sucio son secundarios y a penas se les nombra en éste son protagonistas, y ambas historias se entrecruzan. Por lo demás sigue en la línea (hilarante) de los anteriores.

Apocalipsis Zombie de Manel Loureiro.

Otra novela de zombis ésta vez escrita por un gallego. Me ha gustado bastante, viene a ser similar a El amanecer de los muertos pero en libro. Y se agradece por fin una historia de zombis centrada en España, en vez de yankilandia.
El autor ha ido publicando su novela en su web a medida que la escribía. Ya casi tiene acabada la segunda. Podéis ir leyendo ambas aquí y aquí.

Cuando descubrí a Pratchett busqué y me leí sus novelas de tirón, devorándolas una tras otra. Me está pasando lo mismo con Christopher Moore y con el género de “terror zombi”. Supongo que durante el mes de febrero seguiré en esa línea a menos que surja alguna sorpresa literaria o consiga hacer acopio de voluntad y pelearme con algún clásico.

22 enero 2010

Machos Beta

Mientras que los machos alfa están a menudo dotados de atributos físicos superiores (estatura, fuerza, velocidad, buena planta), seleccionados por la evolución a lo largo de eones gracias a la supervivencia del más fuerte y, esencialmente, debido a que se llevan a todas las chicas, los genes del macho beta han sobrevivido no gracias al enfrentamiento y la superación de la adversidad, sino gracias a que son capaces de anticiparse a ella y eludirla. O séase que, cuando los machos alfa andaban por ahí­ persiguiendo mastodontes, los machos beta eran capaces de imaginar de antemano que atacar con un garrote afilado a lo que básicamente era una excavadora furiosa y peluda podía ser mal negocio, y se quedaban en el campamento a fin de consolar a las desconsoladas viudas. Cuando los machos alfa partí­an a la conquista de tribus vecinas, a hacer recuento de escaramuzas y cortar cabezas, los machos beta veían con antelación que, en caso de que salieran victoriosos, la llegada de esclavas darí­a lugar a un excedente de mujeres desparejadas y marginadas en favor de modélicos trofeos de menor edad, y que algunas de esas mujeres, sin nada que hacer salvo salar cabezas y consignar en los anales las escaramuzas aún por contar, hallarí­an solaz en brazos de cualquier macho beta que hubiera tenido la perspicacia de sobrevivir. En caso de derrota, en fin, siempre habría viudas. El macho beta rara vez es el más fuerte o el más veloz, pero, dado que es capaz de anticiparse al peligro, supera con creces en número a sus competidores alfa. Los machos alfa gobiernan el mundo, pero la maquinaria del mundo gira sobre los engranajes del macho beta.

El problema (el problema de Charlie) es que la imaginación del macho beta se ha vuelto superflua en la sociedad moderna. Como los colmillos del tigre dientes de sable o la testosterona del macho alfa, el macho beta tiene más imaginación de la que necesita. De ahí que muchos machos beta se vuelvan hipocondrí­acos, neuróticos, paranoicos o adictos al porno o a los videojuegos.

Porque la evolución de la fantasí­a del macho beta, pese a ayudarlo a esquivar el peligro, tuvo también como efecto colateral el permitirle el acceso, únicamente a través de la imaginación, al poder, el dinero y las mujeres de piernas largas y figura de modelo que, en realidad, ni siquiera le darían una patada en los riñones para quitarse un bicho del zapato. La rica vida imaginativa de un macho beta puede a menudo desbordarse en la vida real y manifestarse en niveles de autoengaño rayanos en la genialidad. De hecho, muchos machos beta, en contra de cualquier evidencia empírica, llegan a creerse que son machos alfa y que han sido dotados por su creador de un carisma superior y sigiloso, que, aunque pasmoso en teoría, pasa totalmente desapercibido para las mujeres no construidas en fibra de carbono. Cada vez que una supermodelo se divorcia de un marido estrella del rock, el macho beta se regocija en secreto (o, más concretamente, siente grandes oleadas de esperanza injustificada), y cada vez que una bella estrella del celuloide contrae matrimonio, el macho beta cree haber perdido una oportunidad. La ciudad de Las Vegas (opulencia plástica, tesoros para dar y tomar, torres chabacanas y camareras de pechos imposibles) está edificada en su totalidad sobre la capacidad de autoengaño del macho beta.

Los machos beta casi siempre son buenos padres. Suelen ser constantes y responsables, la clase de individuo al que una chica (si ha resuelto prescindir del salario de siete cifras o del metro y medio de salto en vertical) querrí­a como padre de sus hijos. Naturalmente, preferirí­a no tener que acostarse con él para que eso ocurriera, pero después de que varios machos alfa te hayan dado la patada, la perspectiva de despertarte en brazos de un tío que te adora, aunque solo sea por gratitud sexual, y que siempre estará ahí­, incluso hasta el punto de hacerse inaguantable, resulta una perspectiva halagüeña.

Porque el macho beta, aunque solo sea eso, es leal. Es un excelente marido además de un amigo estupendo. Te ayudará a hacer la mudanza y te traerá caldo cuando estés malita. Siempre considerado, el macho beta da las gracias a una mujer después de practicar el sexo y a menudo tiene también lista una disculpa. Es una niñera excelente, sobre todo si no les tienes mucho apego a tus mascotas. Un macho beta es de fiar: tu novia suele estar en buenas manos con un macho beta amigo, a menos, naturalmente, que sea una perfecta zorra (de hecho, puede que la perfecta zorra haya sido, a lo largo de la historia, la Única responsable de la supervivencia del gen del macho beta, porque, por muy leal que sea, el macho beta se encuentra indefenso ante la acometida de unas tetas de carne y hueso).

Se sentía impulsado por una pasión que llevaba arraigada en sus genes millones de años: la búsqueda del fuego. En efecto, fue un macho beta sumamente habilidoso quien descubrió el fuego, aunque, como era de esperar, un macho alfa se lo arrebatara casi enseguida (los alfa fracasaron en el descubrimiento del fuego, pero, como no entendían que no había que agarrar el palo por el lado caliente y anaranjado, se les atribuye en cambio la invención de la quemadura de tercer grado). Pese a todo, la chispa originaria brilla todavía en las venas de todo macho beta. Mientras que los chavales alfa se dan muy pronto a las chicas y el deporte, los beta siguen dedicándose a la pirotecnia hasta bien entrada la adolescencia y a veces incluso pasada esta. Quizá los machos alfa dirijan los ejércitos de este mundo, pero son los beta quienes hacen saltar las cosas por los aires.

Cuando se hizo evidente que ni siquiera los intentos más pasivo-agresivos funcionarían, recurrió al arma definitiva del macho beta, que consistía en tolerar su presencia, llenarse de rencor y dejar caer comentarios hirientes cada vez que surgí­a la ocasión.

Los machos beta nunca olvidan los nombres de las mujeres guapas. Charlie se acordaba del nombre de la chica del póster central del primer Playboy que había birlado de las estanterías de la tienda de su padre. Hasta se acordaba de que a aquella chica le daban asco el mal aliento, la mala gente y el genocidio, y de que Él resolvió no tener, ser o cometer nunca ninguna de aquellas faltas, por si acaso se la encontraba alguna vez cuando ella estuviera oreándose los pechos sobre el capó de un coche).

La niña de sus ojos, la luz de su vida, su orgullo y su alegrí­a, le había colgado. Charlie suspiró, pero se sintió mejor. El desamor es el hábitat natural del macho beta.

No querí­a por nada del mundo que Audrey lo considerara uno de los malos. Como la mayorí­a de los machos beta, no se daba cuenta de que el ser un buen tipo no necesariamente atraía a las mujeres.

(Es cierto, no hay nada más odioso que un macho beta enamorado. Tan condicionado esta por la convicción de que nunca encontrará el amor, que, cuando lo encuentra, se siente como si el mundo entero se hubiera plegado a sus deseos y, engañado de este modo, puede que actúe en consecuencia. Es un momento de gran alegrí­a y peligro para él).

Es una recopilación de fragmentos del último que me he leído, del mismo autor de "El ángel más tonto del mundo". Me ha llamado la atención y he pensado en compartirlo con vosotros. Como os podréis imaginar entra en la categoría de "esas cosas con las que es jodido sentirse identificado"

16 enero 2010

Otro fin de semana encLAustrado

Ya se ha convertido en rutina. Llego a casa del trabajo el viernes a las 15:30 y la siguiente vez que cruzo la puerta es a las 7:30 del lunes siguiente para volver al curro.

Algunas veces me da por ir al cine, sin compañía. Otras por ir a la tarde a un bar a tomar un café y leer o escribir algo. Otras por ir al woodstock después de cenar, una copa y al cabo de una hora estoy de vuelta en casa.

La mayoría de las veces que me lo planteo acabo pensando "¿Para qué? Estaré ahí, solo, sintiéndome un bicho raro. Y cuando acabe de rallarme me volveré a casa. Al menos en casa puedo distraerme con algo y no sentirme tan jodidamente mal." Lo triste es que tengo razón.

En fin, hablando de distracciones, He empezado a leer un libro de Richard Dawkins y me ha parecido interesante una clasificación sobre la idea de dios. Es la siguiente:

TEISMO
Un teísta cree en una inteligencia sobrenatural que, en añadidura a su principal trabajo de crear el universo en primer lugar, todavía está por ahí para supervisar e influenciar el subsiguiente destino de su creación inicial.
En muchos sistemas de creencias teístas, la deidad está íntimamente involucrada en los asuntos humanos. Él responde plegarias, perdona o castiga pecados; interviene en el mundo haciendo milagros, se preocupa por las buenas y las malas acciones; y sabe cuando nosotros las hacemos (o hasta cuando pensamos hacerlas).

DEISMO
Un deísta; también, cree en una inteligencia sobrenatural, pero en una cuyas actividades estuvieron confinadas en primer lugar, a establecer las leyes que gobiernan el universo. El Dios deísta nunca interviene después, y ciertamente no tiene un interés específico en los asuntos humanos.

PANTEISMO
Los panteístas no creen en lo absoluto en un Dios sobrenatural, sino que usan la palabra Dios como un sinónimo no-sobrenatural de naturaleza, o del universo, o de la legalidad que gobierna su funcionamiento.

Los deístas se diferencian de los teístas en que su Dios no responde plegarias; no está interesado en los pecados o confesiones; no lee nuestros pensamientos; y no interviene con caprichosos milagros.
Los deístas se diferencian de los panteístas en que el Dios deísta es alguna forma de inteligencia cósmica; en vez del metafórico o poético sinónimo del panteísta para las leyes del universo.

EDITO para añadir otra más, sacada de la wikipedia:

El pandeísmo (del griego: πάν (pan), "todo" y el latín deus, "dios") es una corriente religiosa que proviene de la combinación del panteísmo y del deísmo.
Como deísmo, para argumentar el uso de la razón en la religión el pandeísmo utiliza el argumento cosmológico, el argumento teológico y otros aspectos de la llamada "religión natural".
Dios es un todo, pero "explota" y ya no es Dios. Infinitos pedacitos de él andan esparcidos. Todos ellos eran Dios, pero ya no lo son, solo son fragmentos de Dios. Nosotros somos esos fragmentos. Sufrimos y evolucionamos aspirando volver a unirnos a ese todo. Se puede relacionar también con el hilozoísmo.
Pero sucede que al haber perdido esa totalidad ganamos algo, la individualidad, y nuestra individualidad reniega de volver a unirse a ese todo. Antes de volver a unirnos hace falta una purga, limpiarnos de nosotros mismos, para estar listos para volver al todo.
Detrás de todo esta el abismo, ese abismo que es nuestro fin, saber que el alma aspira a eso, a la nada, y que el cuerpo se reniega.

La próxima vez que pregunte a alguien si cree en dios me aseguraré de entender exactamente cuál es su idea sobre Él.



Lo dejo por hoy. Disfrutad de la noche...

01 enero 2010

El ángel más tonto del mundo

Ese es el título de la novela que me estoy leyendo.

Trata sobre el milagro navideño que obra el ángel más tonto del mundo, en un pueblucho californiano.
Me recuerda un poco a American Beauty porque, al igual que en la película, absolutamente todos los personajes parecen sacados de un manicomio, todos tienen "su pedrada".
También me recuerda a las novelas de Terry Pratchett, ya que no sólo el argumento es divertido, sino que cada página, por cómo narra lo que va pasando, consigue sacarme una carcajada o una sonrisa como mínimo.

Quiero compartir con vosotros una cita del libro que, sin quitarme la sonrisa, ha destacado como "una de esas cosas con las que es jodido sentirse identificado".

"Se fijó en los tacones, las medias, el maquillaje, el pelo, las líneas de su traje, la nariz, los labios, y se sintió: como si estuviera conemplando un coche deportivo que no se podía permitir, que no sabría conducir y con el que solo podía imaginarse atrapado entre hierros arrugados, aplastados contra un poste telefónico."

Sentirme así cada vez que veo una chica que me atrae es uno de los motivos por los que a penas salgo de casa.
A penas salir de casa es uno de los motivos por los que me sigo sintiendo así cada vez que veo un chica que me atrae.

Mejor no digo nada más por hoy.

Feliz año.