06 julio 2022

La fiesta ha terminado - Mi actitud ante la vida con 40

Hace no mucho estuve hablando con varios colegas sobre la crisis de los 40. Ese momento en que los hombres nos planteamos ¿qué cojones estoy haciendo con mi vida? y nos da por hacer gilipolleces, como comprarnos ese deportivo que siempre quisimos.


Personalmente los 40 no me han caído especialmente mal. Yo la crisis gorda, en la que tuve que replantearme mi vida entera, la tuve a los 35.

 Ahora con 40 mi actitud ante la vida sería algo así:


La fiesta ha terminado. Todo lo excitante, sorprendente, interesante y maravilloso que podía pasarme ya me ha pasado.

Ahora me he quedado solo. En mi bar vacío. Con ese estridente silencio que sólo se consigue cuando paras la música que estaba sonando demasiado alta. Las luces encendidas, rompiendo por completo cualquier promesa de diversión. Y está todo pegajoso, lleno de mierda.

Lo que me queda por delante es reunir todos los vasos y poner un lavavajillas. Recoger basuras y apilar las bolsas que haga falta junto a la entrada. Limpiar la barra y las mesas. Poner las sillas sobre las mesas y barrer y fregar los suelos. Incluso alguna parte más desagradable como limpiar el baño.

Y cuando finalmente termine con todo sólo me quedará apagar las luces, cerrar la puerta e irme a dormir.

La vida a partir de los 40 es esperar, manteniéndote ocupado (y si tienes suerte entretenido) a que llegue el momento de irte a dormir.


No es una sensación desagradable. No es algo con lo que martirizarme o torturarme pensando en el tiempo desperdiciado, o las vivencias que no he tenido y ya nunca tendré por ser demasiado tarde. Es más una sensación de plácida melancolía, sabiendo que con 40 años el tiempo para "exprimir" la vida ya quedó atrás. Es rutina, cosas que hacer.

Lo más que puedo hacer ahora, para amenizar el rato que me queda, es poner algo de música, más tranquila ahora, que me haga más llevadero este rato. O quizá incluso tenga la inmensa suerte de que una cara amiga se haya quedado conmigo para hacerme compañía y me da conversación mientras yo limpio y recojo.


Esa es la sensación que tengo ante la vida, con 40 años.

Sin duda las habrá mejores. Pero esto sigue siendo mejor a sentir que desciendes en la espiral y que el Sunset Limited es la única salida.

Por lo demás sigo envidiando a la gente que tiene ganas de vivir. Que tiene algo en su vida que le haga saltar de la cama cada día dispuesto a comerse el mundo, y disfrutar mientras lo hace. A quienes han encontrado una pasión, una luz brillando en el norte que les marque el camino. Nunca ha sido mi caso. A estas alturas tampoco me torturo con ello.

Sigo sin encontrarle ningún sentido a todo esto. Sigo con la sensación de no encajar, de estar "fuera del mundo". De ser un jarrón que se ha roto demasiadas veces y cuyos añicos han sido recompuestos con pegamento. Por mucho esmero que se ponga nunca quedará como el original. 

Y todo esto lo digo sin la urgencia del joven Werther. Eso ya quedó atrás. Esa intensidad, los colores brillantes, ya se han apagado. Como un cartel dejado mucho tiempo al sol.

Mis objetivos principales en la vida serían:

1º No sufrir. Esto implica no exponerme más de lo necesario. Es el "quien no arriesga no pierde", aunque tampoco gane nada. Dicen que la vida es tropezar y levantarse, una y otra vez. Aunque esto sea válido en la mayoría de los casos cuando sientes que estás caminando por el borde del acantilado simplemente no puedes permitirte caer de nuevo.

2º No amargarme ni llenarme de odio. Cada vez lo encuentro más importante. Encontrar algo que odiar es una manera sencilla y efectiva de evitar que todo ese odio se vuelva contra uno mismo. Pero tiene sus peligros, mejor intentar controlarse. Odiar puede ser como una droga, adictivo.

3º Disfrutar de los pequeños placeres. En el más puro sentido epicúreo. 



La lista ha perdido fuelle y llevo algo apático desde hace años. Tengo la guitarra abandonada desde que estalló la pandemia, por ejemplo. Veremos cómo evoluciona.