1971. Setenta estudiantes se presentan voluntarios para un experimento, de los cuales se selecciona a los 24 más estables y sanos mentalmente. El experimento consiste en dividirlos en dos grupos, presos y vigilantes, de forma aleatoria y tenerlos 2 semanas en una prisión simulada habilitada en el sótano de la universidad para estudiar su comportamiento.
A los vigilantes se les proporcionaron porras de madera y ropa caqui que simulaba la de guarda de prisiones, así como gafas de espejo para evitar el contacto visual. A los presos unos monos con su número escrito y una cadena en los tobillos. Se les dio una charla en la que se explicaba que debían mantener el orden, y que bajo ningún concepto podían dañar físicamente a los presos.
El día señalado la policía local, que colaboraba con el profesor, arrestó a los voluntarios que hacían de presos en sus casas. En la comisaría se les hizo la ficha policial, con las fotos de frente y perfil y las huellas dactilares. Al acabar los metieron a todos en la prisión simulada.
El primer día no pasó nada digno de mención. El segundo los presos se amotinaron. Los guardias hicieron horas extras de forma voluntaria para recuperar el control, cosa que consiguieron rociándolos con extintores. A partir de ahí las cosas fueron en espiral. Los carceleros obligaron a los presos a memorizar sus números con recuentos aleatorios. Quien se equivocaba se veía obligado a hacer flexiones. Les prohibieron llamarse por su nombre, reforzando la idea de que ese nº era su única identidad.
Empezaron a racionar el uso del retrete como castigo y a veces simplemente para humillarlos. Varios presos se hicieron sus necesidades encima. También les quitaban las mantas. A algunos presos se les obligó a ir desnudo como castigo, e incluso a simular sexo homosexual. La crueldad de los carceleros fue en aumento. Un preso se quejó del trato que les daban. Cuando se negó a comer parte de su comida le encerraron en un armario (celda de confinamiento) como castigo. Pusieron a los demás en su contra diciéndoles que si todos renunciaban a sus mantas y camas (durmiendo en el suelo) le soltarían. Ninguno aceptó.
Al sexto día, tras las protestas de una estudiante que realizaba las evaluaciones psicológicas del grupo por el trato inhumano canceló el experimento.
Conclusiones:
Acojona el descubrir ese lado oscuro de la naturaleza humana. Un tercio de los guardias exhibieron conductas genuinamente sádicas, muchos presos fueron traumatizados emocionalmente, incluso dos de ellos se desmoronaron (crisis nerviosas o similar) al poco de empezar. Lo que asusta es que los carceleros mostrasen esa conducta sin que se les presionase para ello, eran la autoridad. Y los presos asumieron su papel, acabaron aislados unos de otros y acataban los abusos, pese a que sabían que era un experimento y que podían renunciar en cualquier momento.
1963. Un profesor presenta a 2 estudiantes. El objetivo, les dice, es estudiar el efecto del refuerzo negativo sobre el aprendizaje. Un estudiante formula una serie de preguntas y el otro debe contestarlas. Si la respuesta es errónea le debe aplicar una descarga apretando un botón a modo de castigo. A cada respuesta fallida la descarga aumentará en 15 voltios.
En realidad el estudiante al que le toca responder las preguntas es siempre un actor, que finge las descargas. El objetivo real era comprobar hasta qué punto la gente obedece ordenes que atentan contra su ética personal.
Los actores tenían previsto con el profesor que tras varias gritar y retorcerse de dolor y quejarse de su condición cardíaca fingirían muerte o desmayo. Si el estudiante que hacía las preguntas expresaba su deseo de parar el experimento se le darían sucesivamente las siguientes respuestas:
- Por favor, continúe.
- El experimento debe continuar.
- Es absolutamente necesario que continúe con el experimento.
- No tiene otra opción, debe continuar.
El experimento acababa si el estudiante expresaba su negativa a seguir una quinta vez o aplicaba 3 veces seguidas la descarga máxima, de 450 voltios (con el actor fingiéndose muerto).
El resultado: El 65% de los estudiantes llegaron a 450 voltios. Sólo uno se negó a continuar antes de los 300.
Conclusiones: De nuevo, acojona la facilidad con la que uno está dispuesto a acatar ordenes, por muy inhumanas que parezcan. Uno sabe que torturando a otra persona sin tener siquiera un motivo de peso, pero racionaliza que no hace más que cumplir órdenes y acepta cuando le dicen que no será responsable de nada. No es exactamente una falta de empatía (que en algunos casos también se da), es que pese a estar en desacuerdo como se lo ordenan son incapaces de hacer prevalecer su propia voluntad sobre la impuesta.
Esta vez el realizador del experimento es un psiquiatra. Un doctor del hospital al que la enfermera no conoce la llama y le dice que debe suministrar una dosis de 20mg Astroten (un medicamento ficticio) al paciente X y él rellenará luego el papeleo en cuanto llegue al hospital. En la farmacia hay un frasco (colocado para el experimento) con la etiqueta de Astroten en la que advierte que la dosis diaria máxima es de 10mg. El medicamento ficticio, además, no consta en la lista de medicamentos aprobados para ese paciente (obviamente).
De las 22 enfermeras que, sin ser advertidas previamente, participaron en el experimento, tuvieron que detener en la puerta de la habitación del paciente a 21 con la jeringa en la mano.
Tenían 3 razones indiscutibles para negarse:
- La dosis máxima de 10mg
- La normativa del hospital, que exige que sólo colaboren con médicos a los que conozcan. (O el sentido común de no aceptar órdenes de un desconocido por teléfono)
- Que esa droga no aparecía en la lista aprobada para el paciente y no existía el papeleo en regla autorizándolo.
Las conclusiones vienen a ser similares a las del experimento Milgram. Cuando tenemos una figura de autoridad dando órdenes, un líder que nos diga qué hacer, tendemos a dejar de pensar. Su uno lo piensa fríamente jamás mataría a alguien a sangre fría. En una guerra no se lo piensan. Se les inculca miedo y odio al enemigo, se les hace sentir miembros del mismo grupo, opuesto al del enemigo. Se les acostumbra a acatar órdenes. Si siempre prevalecieran las éticas personales no habría guerras ni soldados, sólo psicópatas.
En 1967 un profesor de instituto de historia contemporánea en California llevó a cabo un experimento inquietante con sus estudiantes. Éstos no conseguían entender cómo la población alemana durante el nazismo no impidió el exterminio judío.
El primer día del experimento el profesor impartió disciplina. Les obligó a sentarse derechos y a entrar en clase y sentarse en silencio antes de pasados 30 segundos del timbre. El profesor se erigió como figura autoritaria o líder. Debían dirigirse a él como Señor Jones, levantar la mano y que les diera permiso para hablar y ser los más escuetos y claros posibles.
El segundo día llamó al movimiento “La tercera ola” (con la idea de que la tercera ola siempre es la que golpea más fuerte). Les enseñó un saludo semejante al de los nazis y les ordenó que lo utilizaran dentro y fuera de clase, todos lo cumplieron. También les dio un lema: “Fuerza mediante la disciplina, fuerza mediante la comunidad, fuerza mediante los actos, fuerza mediante el orgullo”.
Estudiantes de todo el instituto se unieron al movimiento. Su clase paso de 30 a 43 alumnos. Todos ellos mejoraron notablemente su rendimiento académico y su motivación. A todos se les asignó una tarea especial, como vigilar que nadie ajeno al movimiento se colara en la clase, diseñar un logo, etc. El profesor se sorprenció de que algunos alumnos denunciaban que algunos compañeros no cumplían las normas.
En sus clases durante esos días criticó el individualismo, reforzando la identidad de grupo y enseña cómo colaborando son mejores.
El cuarto día, tras alcanzar la cifra de 400 miembros de La tercera ola, el profesor se da cuenta de que se le está yendo de las manos y pone fin al experimento con una charla en el salón de actos y la proyección de una película sobre el nazismo
Conclusiones: El experimento demuestra el poder del sentimiento de pertenencia a un grupo, sentirse unidos y superiores al resto. Si lo sumamos a la tendencia natural al sadismo que acompaña a las posiciones de poder y para no cuestionarnos y acatar las órdenes de figuras de autoridad.
Estos 4 experimentos revelan cosas sobre la condición humana, cosas que quizá preferiríamos no saber. Hacen que me venga a la cabeza “El señor de las moscas”, con la idea de que el hombre por naturaleza es salvaje y violento, de que la locura homicida forma parte de nuestros instintos y que resulta fácil darle rienda suelta en cuanto nuestro entorno nos lo permite (no digamos ya si se nos alecciona a ello). Demuestran que quien tiene una situación de poder es probable que abuse de ella siendo cruel con quienes tiene a su cargo, que quien adopta el papel de líder se mete en su papel de mesías al ver que la gente le sigue. Y que el resto no tenemos demasiados problemas en acatar órdenes de figuras de autoridad, que asumimos papeles de sumisión sin darnos cuenta. Hay otros experimentos que demuestran además que los disidentes, al encontrarse en un grupo que opina distinto, tienden a cambiar su opinión para que coincida con la de la mayoría.
Acojona, y mucho. Lo asombroso es que no vivamos en 1984.
Pero este post trata de experimentos que me llaman la atención, no sobre la miseria de la naturaleza humana. A continuación os ofrezco otra serie de conocimientos
En 1965 un matrimonio canadiense tuvo gemelos. A uno de ellos, al hacerle la fimosis se les fue la mano con el cauterizador y le destrozaron el pito. Como la cirugía reconstructiva estaba en pañales los padres, desesperados, repararon en John Money, un sexólogo progresista americano que salía por la tele afirmando que el sexo no viene determinado por nacimiento sino que se define por condicionamiento social. Se pusieron en contacto con él y les recomendó amputarle el miembro inservible, ponerle unos labios vaginales de pega y educarle como a una chica sin decirle nunca qué había pasado. Al tener un gemelo genéticamente idéntico sería un sujeto perfecto para el experimento.
Los padres accedieron y le convirtieron en Brenda. El niño rechazaba ponerse vestidos, orinaba de pie, etc. Hasta tal punto en que tuvieron que llevarle con su gemelo todas las semanas a “terapia” con el doctor, que por la tele afirmaba en todo momento el éxito del experimento. Ambos críos calificaban esas sesiones de traumáticas.
Cuando Brenda llegó a la pubertad ya se había intentado suicidar al menos una vez. En 1980 sus padres le contaron la verdad. Al poco se cambió de sexo. A los 23 se casó con una madre soltera con 3 hijos. En el 2000 la historia se hizo pública y se separaron. Dos años más tarde su hermano, Brian, se suicidó. Otros 2 años más tarde se voló la tapa de los sesos con una escopeta.
Observaciones: Creo que es el mayor EPIC FAIL de toda la historia de los experimentos. Cómo traumatizar y destrozarle la vida a dos chavales por demostrar una teoría absurda.
Nuevo enlace
Entre los ’50 y los ’60 se estudiaba la mente y la conciencia. Una de las formas de hallaron para tratar de comprenderla fue la privación sensorial. Ésta consiste en un tanque con 30 de profundidad de agua saturada de sales para mejorar la flotación. El agua está a la temperatura del cuerpo humano y el tanque se cierra impidiendo que entre luz o sonido. El efecto es que el cuerno no recibe información de los sentidos, no ve, no oye, no siente frío no calor y al estar flotando no se siente la gravedad. Es como si separasen la mente del cuerpo.
Por lo visto en esas cámaras se “desactiva” el hemisferio izquierdo (racional) y el derecho tiene un estallido de actividad, como si uno liberase su subconsciente. Los sujetos que lo probaban alcanzaban a los pocos minutos unos niveles de relajación sólo vistos en la relajación profunda (yogis). Si pasaban más tiempo (horas) llegaban a tener alucinaciones. Si añadimos que el profesor Lilly les daba LSD y ketamina en sus experimentos…
Hoy en día se siguen utilizando para relajación y como medicina alternativa (biofeedback, autohipnosis). A los tanques de privación sensorial (también llamados tanques de flotación) se les atribuyen cualidades beneficiosas para cualquier trastorno derivado del estrés y diferentes problemas psicológicos y emotivos.
Observaciones: Me fascina la idea de qué ocurre con una mente cuando se desliga del cuerpo.
Gafas de visión invertida
Hace poco vi un documental, de esos cortitos, sobre cómo funciona y se va formando el cerebro de los bebés y niños pequeños. Se centraba en la fase en que aprenden a controlar su propio cuerpo, cuando gatean, tiran objetos, se los meten en la boca, primeros pasos, etc.
Hicieron un experimento que consistía en poner a un adulto unas gafas-espejo que invertían su visión (no recuerdo si horizontal o verticalmente). El resultado. Cuando intentaba comer no acertaba a coger el tenedor, se lo llevaba a la frente, cayéndose la comida por el camino. Decían que era igual que un niño y su cerebro tenía que aprender a interpretar la información visual y coordinar los movimientos. A los pocos días ya podía hacer casi todo sin ayuda y a la semana incluso andaba en bicicleta.
Me impresionó lo maleable que es el cerebro humano. Tuvo que aprender desde cero a manejar su propio cuerpo. Lo más curioso es que tras esa semana, cuando ya lo controlaba a la perfección, Tuvo que volver a re-aprender como funcionar de forma normal. Su cerebro había olvidado todo al adaptarse a las gafas.
ZAS! ¡En toda la psiquiatría!
Por último me gustaría hablaros del “experimento” que hizo el doctor Rosenhan, en el que dejó a la “ciencia” psiquiátrica a la altura del betún. Pero como he encontrado un sitio en el que lo relata de forma insuperable voy a ser humilde y me limito a dejaros el enlace. No os lo perdáis, que no tiene desperdicio.
BONUS 07/05/2010
Programa de redes en el que Punset entrevista el propio Zimbardo y éste explica los experimentos de Milgram y el suyo propio de la cárcel de Stanford.
2 comentarios:
Segundo intento de comentar esto... :P Que sé que lo tenía pendiente, pero ya sabes que últimamente ando liadilla y encima la técnica se alía contra mí, y esto acaba de perder mi comentario previo :(
Cruzaré los dedos!
La verdad es que todos estos experimentos llaman la atención. Resultan espectaculares, pero, si uno piensa un momento, no aportan nada que cualquier persona, medianamente observadora, no pueda ver, desgraciadamente, en nuestro día a día.
La violencia es algo inherente al ser humano, y eso está claro. Como lo está el hecho de que la mayoría domina esos instintos violentos gracias a las convenciones sociales y a las normas morales que le son enseñadas a lo largo de su proceso de educación. Pero... ¿qué pasa si una persona no recibe los adecuados estímulos de aprendizaje, tal como ocurre con muchos de los jóvenes de hoy en día?
Y, como sucede en este caso, ¿qué ocurre si juntamos a diferentes personas con sus diferentes pulsiones y les "permitimos" de algún modo, darles salida?
La violencia engendra la violencia. Y lo más curioso es que se alimenta de nuestras inseguridades, creciendo exponencialmente con ellas al sumar las de todos los individuos del grupo. No es esto similar a lo que podemos ver cuando una pandilla de jóvenes -sin las limitaciones éticas, sociales y morales debidas- se reunen para ir a apalizar a un mendigo o a cualquier otra persona, simplemente por el hecho de ser diferente?
En el caso del Experimento Milgran y del de El Hospital de Hofling creo que quedan patentes, una vez más, las carencias de la sociedad en la que vivimos.
La mayoría de la gente acepta sin dudarlo y actúa sin pensar ante una orden proviniente de una figura autoritaria reconocida, pensando que cualquier posible suceso luego quedará justificado con un "hice lo que me mandaron" eximiendoles de toda responsabilidad, no sólo penal, si no moral.
Y ¿porqué se dan estas situaciones? Yo creo que no sólo se debe al miedo por el castigo, o la posible represalia si no cumplen con la orden recibida (perder el trabajo, ser eliminado del estudio, etc...) si no más bien con una falta de autoestima, que les lleva a pensar que cualquier cosa pensada o decidida por un superior, tiene que ser, por fuerza, más inteligente, más válida y por supuesto menos cuestionable moralmente que las suyas. Una especie de pasotismo que lleva a no pensar o a, en caso de hacerlo, desechar cualquier pensamiento que pueda granjear una opinión negativa, tanto por parte de la figura de poder, como por parte de un grupo. Supongo que, pensar y actuar por uno mismo, cuestionar las cosas que se dan por buenas... no esta de moda :)
Sobre La tercera Ola es, en cierto modo, una variación del primer experimento. Al juntar a un grupo de personas con una mentalidad y finalidad restrictivo-represiva, es inevitable que este tipo de cosas sucedan.
Todavía tenemos pendiente ver la peli ;)
Sobre el resto de los experimentos, van en otra línea, y como ya sabes lo que opino sobre ellos... y no quiero que el comentario acabe siendo más largo que el post... lo dejo aquí ;)
En cuanto a Milgem, Hofling y La tercera Ola la reflexión que más me cuadra es que, al estilo de lo que decía Desmond Morris, por evolución estamos "progamados" para tener un líder. Tenemos una estructura social piramidal grabada a fuego en los genes. Por eso a un político no lo vemos como un tio que está a nuestro servicio para hacer aquello para lo que le hemos votado, sino un señor importante, superior en la escala social, que toma decisiones y maneja pasta. De ahí que mostremos esa facilidad para seguir órdenes cuando nos las da alguien con actitud de macho alfa.
Si fueramos plenamente racionales no acataríamos órdenes que van claramente contra nuestra ética. Ni nos sentiríamos a gusto siguiendo al lider y formando parte de un grupo elitista.
Desde esa perspectiva el experimento de la prisión, más que reflejar que el ser humano es cruel y violento por naturaleza como El señor de las Moscas, sino que socialmente funcionamos en grupos. Antiguamente cualquier persona que no conocías era de otra tribu, y por tanto enemigo. En la prisión hay dos grupos bien diferenciados. Presos y carceleros. Los carceleros ven a los presos como un grupo ajeno, extraño, y encima inferior, de ahí que no le cueste tratarlo vejatoriamente, algo que jamás harían con alguien de su propio grupo. Y lo que me llama poderosamente la atención es que los presos también aceptaban su rol de grupo inferior y sometido. No intentaban escapar, continuaban con el experimento pese a que no tuviera sentido (porque no iban a cobrar) y aceptaban las vejaciones. Me viene a la cabeza el sistema de castas de la india, por ejemplo.
Nos gusta mucho olvidar que la parte consciente, la racional, de la psique humana representa sólo la punta del iceberg. La gran mayoría es subconsciente, animal. Y No es que esté sometida por la consciencia, sino que nuestras pulsiones, decisiones, gustos y formas de actuar nacen, en su mayoría, en esta parte y luego las racionalizamos, las vestimos con lógica, para que nos resulten aceptables. Las estructuras sociales, gobiernos, TODA la cultura del ser humano no es más que una racionalización de los impulsos que nos vienen marcados por evolución.
Por último. Hay otro experimento que no es tan eSpectacular como los anteriores pero sí igual de interesante. Sobre el comportamiento de la masa, el borreguismo, el actuar cuando estamos en grupo como un rebaño.
Demostró que la opinión de los demás cuando estamos en grupo nos influye, y renunciamos a la nuestra para integrarnos con ellos. Me viene ala cabeza la semana del odio de 1984, pero ese es otro tema :P
Creo que te gustará más leerlo
http://es.wikipedia.org/wiki/Experimento_de_Asch
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