22 enero 2010

Machos Beta

Mientras que los machos alfa están a menudo dotados de atributos físicos superiores (estatura, fuerza, velocidad, buena planta), seleccionados por la evolución a lo largo de eones gracias a la supervivencia del más fuerte y, esencialmente, debido a que se llevan a todas las chicas, los genes del macho beta han sobrevivido no gracias al enfrentamiento y la superación de la adversidad, sino gracias a que son capaces de anticiparse a ella y eludirla. O séase que, cuando los machos alfa andaban por ahí­ persiguiendo mastodontes, los machos beta eran capaces de imaginar de antemano que atacar con un garrote afilado a lo que básicamente era una excavadora furiosa y peluda podía ser mal negocio, y se quedaban en el campamento a fin de consolar a las desconsoladas viudas. Cuando los machos alfa partí­an a la conquista de tribus vecinas, a hacer recuento de escaramuzas y cortar cabezas, los machos beta veían con antelación que, en caso de que salieran victoriosos, la llegada de esclavas darí­a lugar a un excedente de mujeres desparejadas y marginadas en favor de modélicos trofeos de menor edad, y que algunas de esas mujeres, sin nada que hacer salvo salar cabezas y consignar en los anales las escaramuzas aún por contar, hallarí­an solaz en brazos de cualquier macho beta que hubiera tenido la perspicacia de sobrevivir. En caso de derrota, en fin, siempre habría viudas. El macho beta rara vez es el más fuerte o el más veloz, pero, dado que es capaz de anticiparse al peligro, supera con creces en número a sus competidores alfa. Los machos alfa gobiernan el mundo, pero la maquinaria del mundo gira sobre los engranajes del macho beta.

El problema (el problema de Charlie) es que la imaginación del macho beta se ha vuelto superflua en la sociedad moderna. Como los colmillos del tigre dientes de sable o la testosterona del macho alfa, el macho beta tiene más imaginación de la que necesita. De ahí que muchos machos beta se vuelvan hipocondrí­acos, neuróticos, paranoicos o adictos al porno o a los videojuegos.

Porque la evolución de la fantasí­a del macho beta, pese a ayudarlo a esquivar el peligro, tuvo también como efecto colateral el permitirle el acceso, únicamente a través de la imaginación, al poder, el dinero y las mujeres de piernas largas y figura de modelo que, en realidad, ni siquiera le darían una patada en los riñones para quitarse un bicho del zapato. La rica vida imaginativa de un macho beta puede a menudo desbordarse en la vida real y manifestarse en niveles de autoengaño rayanos en la genialidad. De hecho, muchos machos beta, en contra de cualquier evidencia empírica, llegan a creerse que son machos alfa y que han sido dotados por su creador de un carisma superior y sigiloso, que, aunque pasmoso en teoría, pasa totalmente desapercibido para las mujeres no construidas en fibra de carbono. Cada vez que una supermodelo se divorcia de un marido estrella del rock, el macho beta se regocija en secreto (o, más concretamente, siente grandes oleadas de esperanza injustificada), y cada vez que una bella estrella del celuloide contrae matrimonio, el macho beta cree haber perdido una oportunidad. La ciudad de Las Vegas (opulencia plástica, tesoros para dar y tomar, torres chabacanas y camareras de pechos imposibles) está edificada en su totalidad sobre la capacidad de autoengaño del macho beta.

Los machos beta casi siempre son buenos padres. Suelen ser constantes y responsables, la clase de individuo al que una chica (si ha resuelto prescindir del salario de siete cifras o del metro y medio de salto en vertical) querrí­a como padre de sus hijos. Naturalmente, preferirí­a no tener que acostarse con él para que eso ocurriera, pero después de que varios machos alfa te hayan dado la patada, la perspectiva de despertarte en brazos de un tío que te adora, aunque solo sea por gratitud sexual, y que siempre estará ahí­, incluso hasta el punto de hacerse inaguantable, resulta una perspectiva halagüeña.

Porque el macho beta, aunque solo sea eso, es leal. Es un excelente marido además de un amigo estupendo. Te ayudará a hacer la mudanza y te traerá caldo cuando estés malita. Siempre considerado, el macho beta da las gracias a una mujer después de practicar el sexo y a menudo tiene también lista una disculpa. Es una niñera excelente, sobre todo si no les tienes mucho apego a tus mascotas. Un macho beta es de fiar: tu novia suele estar en buenas manos con un macho beta amigo, a menos, naturalmente, que sea una perfecta zorra (de hecho, puede que la perfecta zorra haya sido, a lo largo de la historia, la Única responsable de la supervivencia del gen del macho beta, porque, por muy leal que sea, el macho beta se encuentra indefenso ante la acometida de unas tetas de carne y hueso).

Se sentía impulsado por una pasión que llevaba arraigada en sus genes millones de años: la búsqueda del fuego. En efecto, fue un macho beta sumamente habilidoso quien descubrió el fuego, aunque, como era de esperar, un macho alfa se lo arrebatara casi enseguida (los alfa fracasaron en el descubrimiento del fuego, pero, como no entendían que no había que agarrar el palo por el lado caliente y anaranjado, se les atribuye en cambio la invención de la quemadura de tercer grado). Pese a todo, la chispa originaria brilla todavía en las venas de todo macho beta. Mientras que los chavales alfa se dan muy pronto a las chicas y el deporte, los beta siguen dedicándose a la pirotecnia hasta bien entrada la adolescencia y a veces incluso pasada esta. Quizá los machos alfa dirijan los ejércitos de este mundo, pero son los beta quienes hacen saltar las cosas por los aires.

Cuando se hizo evidente que ni siquiera los intentos más pasivo-agresivos funcionarían, recurrió al arma definitiva del macho beta, que consistía en tolerar su presencia, llenarse de rencor y dejar caer comentarios hirientes cada vez que surgí­a la ocasión.

Los machos beta nunca olvidan los nombres de las mujeres guapas. Charlie se acordaba del nombre de la chica del póster central del primer Playboy que había birlado de las estanterías de la tienda de su padre. Hasta se acordaba de que a aquella chica le daban asco el mal aliento, la mala gente y el genocidio, y de que Él resolvió no tener, ser o cometer nunca ninguna de aquellas faltas, por si acaso se la encontraba alguna vez cuando ella estuviera oreándose los pechos sobre el capó de un coche).

La niña de sus ojos, la luz de su vida, su orgullo y su alegrí­a, le había colgado. Charlie suspiró, pero se sintió mejor. El desamor es el hábitat natural del macho beta.

No querí­a por nada del mundo que Audrey lo considerara uno de los malos. Como la mayorí­a de los machos beta, no se daba cuenta de que el ser un buen tipo no necesariamente atraía a las mujeres.

(Es cierto, no hay nada más odioso que un macho beta enamorado. Tan condicionado esta por la convicción de que nunca encontrará el amor, que, cuando lo encuentra, se siente como si el mundo entero se hubiera plegado a sus deseos y, engañado de este modo, puede que actúe en consecuencia. Es un momento de gran alegrí­a y peligro para él).

Es una recopilación de fragmentos del último que me he leído, del mismo autor de "El ángel más tonto del mundo". Me ha llamado la atención y he pensado en compartirlo con vosotros. Como os podréis imaginar entra en la categoría de "esas cosas con las que es jodido sentirse identificado"

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que bien que leas tanto!!! Yo estoy inmersa en la produccion de un proyecto de posible cortometraje, un no parar...

Cuidate, saludos,

Ester

PD:Por cierto, ¿que tal va la pata?

Gaueko dijo...

La pata bien, totalmente recuperada. Aunque bien mirado tampoco es que su estado anterior al accidente fuera gran cosa :P