07 agosto 2009

La escritura como una terapia de doble filo

Siempre he considerado el acto de escribir como una especie de terapia. Todos tenemos problemas, unos más grandes que otros, y hasta ahora siempre había visto la escritura como algo positivo.

Hay quien lleva un diario y al estar escrito sólo para sí mismo se permite ser completamente sincero como no podría serlo con nadie.
Otros escriben cartas, dirigidas a alguien real o imaginario, que no llegan a enviar nunca. En ellas hacen planes locos que jamás se atreverán a realizar, o cuentan las penas y alegrías del día a día.
Abundan quienes para tomar una decisión difícil redactan una especie de informe valorando las diferentes opciones, o al menos la versión resumida: una lista de pros y contras.
Algunos fantasean y plasman en forma de relatos todo lo que produce su imaginación desbocada, desquitándose así de la aburrida realidad.
Tampoco es raro que se escriban poesías, tratando de expresar (y alimentando con ello) sentimientos difíciles de traducir a palabras.
Y por último estamos los que tenemos un cuadernillo o blog "vomitapenas", en el que volcamos toda la mierda autocompasiva que producimos y escribimos nuestras paranoias, desvaríos e idas de olla en forma de pequeños artículos o ensayos, sabiendo que en un mundo de normales no tienen cabida.

Viéndolo así, escribir (en el formato que sea) sirve para confesar lo inconfesable (con el alivio que conlleva), no sentirse tan solo, analizar y concretar ideas para tomar decisiones, evadirse de la realidad, alimentar sentimientos y hacer de laxante emocional sacando fuera los sentimientos negativos que nos envenenan. Todo positivo para nuestra salud mental, ¿no?

Pues no.

Hace poco descubrí una situación en la que escribir es completa y absolutamente contraproducente: Cuando el problema es crónico.

Pongamos por ejemplo alguien con la autoestima muy baja, de los que al cruzarse por la calle con gente riendo inevitablemente piensa que se ríen de él. O alguien con distimia (depresión crónica). O con cualquier tipo de complejo (que se crea gordo, feo, que no liga, que no tiene amigos…). Quizá el común denominador de todos ellos sea que se lamentan en vez de afrontar su problema y tratar de solucionarlo.
En casos así la escritura no ayuda.

Si escribe fantasías para evadirse de lo triste que es su vida ese pequeño alivio es falso, y evita que haga algo REAL para salir del pozo.
Si escribe un diario o cartas para no sentirse tan solo sigue siendo un parche, en vez de buscar a alguien a quien realmente pueda contar esas cosas.
Si uno tiene complejos o problemas de autoestima dejar fluir la mierda escribiendo sobre lo infeliz y desgraciado que es sólo consigue alimentar el fuego.

E incluso en el mejor de los casos, si quiere hacer algo por cambiar su situación, al tratar de analizar sus miedos para entenderlos mejor con el tiempo sólo consigue acrecentar su problema. Como si tienes un grano y te pasas el día mirándolo con una lupa, al final tu percepción del problema acaba distorsionada y acabas convencido de que es mayor de lo que es en realidad. Y aquí entra ej juego "la profecía que se autocumple", como un tío que tiene un gatillazo y en vez de aceptarlo como algo puntual y seguir adelante empieza a darle vueltas, preocuparse y aterrorizarse pensando que es impotente y que jamás podrá satisfacer a una mujer... Lo más probable es que la próxima vez le pase de nuevo. Él ha convertido algo nimio o puntual en un problema serio y enorme.

Ahora se supone que debería decir: “La forma de encarar éste tipo de problemas es…”

La pena es que aún no la he descubierto